Con este largo titular en forma de pregunta, Pedro J. Jiménez Montalbán nos planteó a los asistentes a su charla en la Fundación ANSE, el pasado 10 de abril, toda la problemática actual que soporta el uso de plaguicidas y contaminantes ambientales en nuestro mundo. Pedro J. Jiménez es doctor en veterinaria, especialista en Gestión Sanitaria de la Fauna Silvestre (no en vano es el creador en 1984, junto a Sergio Eguía, Joaquín P. Sánchez Onteniente y otros asociados históricos de ANSE, del centro de Recuperación de Fauna Silvestre de El Valle) y dirige actualmente el Servicio de Protección Animal y Control de las Zoonosis (CEPROAMUR) del Ayuntamiento de Murcia. Estudioso durante décadas de las consecuencias y secuelas que los plaguicidas producen en la vida silvestre, acumula ingente cantidad de información y experiencia que trató de sintetizar en su charla, dejándonos a los asistentes una profunda desazón por la envergadura del problema y la falta de compromiso real de nuestras sociedades para atajarlo o reducirlo.
Desde que el químico suizo Paul Hermann Müller descubre la acción insecticida del DDT, a finales del siglo XIX, y se comienza a utilizar a gran escala a partir de la Segunda Guerra Mundial para controlar enfermedades como el tifus y la malaria, diferentes estudios fueron dando a conocer las graves consecuencias que tenía, especialmente, para la vida silvestre. La desaparición masiva de halcones peregrinos en Estados Unidos y la de gavilanes en Inglaterra en los años 60 dieron la voz de alarma a la comunidad científica que promovió la prohibición de DDT y otros organoclorados en Norteamérica y Europa en la década de los 70. Con el transcurso de los años, las poblaciones de estas rapaces se fueron recuperando poco a poco. Pero las industrias de plaguicidas siguieron vendiendo sus productos a países de Sudamérica y África, por lo que los fenómenos meteorológicos del planeta se encargaron de seguir distribuyendo plaguicidas por el resto del mundo a través de las lluvias.
Es cierto que la ciencia estudia y sintetiza productos para luchar contra plagas que abaten muchas zonas del mundo, pero los efectos que producen no llegan a conocerse hasta que ha pasado tiempo y suelen ser muy negativos. Los disruptores endocrinos (EDCs) de los plaguicidas son sustancias que alteran las funciones del sistema endocrino de los seres vivos, y pueden ser productos químicos sintéticos, naturales y derivados, farmacéuticos, industriales, etc. Actúan por bioacumulación y biomagnificación creando alteraciones en la reproducción de los seres vivos: feminización de machos o masculinización de hembras, por lo que se hace imposible la reproducción en determinadas colonias; o se reduce la viabilidad de los huevos, cuya cáscara se adelgaza e impide el desarrollo del embrión, muchas veces rota por los propios padres al ponerse sobre el huevo para incubarlo; malformaciones y problemas en el desarrollo; escasez reproductiva; cambios en el comportamiento animal, etc.
Sin duda, el medio marino es uno de los más perjudicados porque todos los ríos y nuestros productos de deshecho van al mar. En estudios sobre cetáceos varados entre 2009 y 2022 en la Región de Murcia, el Ibuprofeno fue el producto farmacéutico más detectado y en concentraciones muy altas dados los hábitos alimenticios de estos animales. El efecto contaminante de los fármacos en la naturaleza fue otro de los puntos importantes en los que incidió Pedro Jiménez en su documentada charla, para terminar subrayando la necesidad de la realización de estudios científicos que permitan conocer el grado de contaminación de una zona, conocer los impactos en la salud animal, ambiental y humana, hallar nuevos efectos sobre la salud que se desconocían, valorar la eficacia de las medidas legislativas anteriores y detectar nuevos focos de contaminación ocultos.
Pedro Jiménez Montalbán ha participado, por ello, con la Universidad de Murcia en numerosos trabajos de detección de contaminantes en la fauna silvestre por todo el mundo, como en leones y elefantes del Queen Elizabeth National Park (Uganda), buitres negros en el Parque Natural del Tejo (Portugal), rayas y tiburones del Mediterráneo, o nacras del Mar Menor (en altísimo peligro de extinción) y búhos reales en las sierras de Murcia. El protocolo para monitorizar contaminantes en rapaces que ha desarrollado con otros especialistas en Murcia, y que presentaron en el World Owl Conference 2017 en Évora (Portugal), sirve a partir de ahora de modelo en el Programa Internacional de Cooperación Europea en el Campo de la Investigación Científica y Técnica (COST), lo que dice mucho de la solvencia y dedicación a este campo de nuestro amigo Pedro.