Charlamos con Antonio Solano, hijo y nieto de salineros de la antigua Salinera Catalana

El pasado miércoles 18 de octubre fue el Día Mundial de Protección de la Naturaleza y aprovechamos para hablar un poco del pasado salinero de Pencho o Penchete (Antonio Solano), como a él lo conocen en el pueblo de Cabo de Palos.

Pencho nació en 1946, pero ya con 14 años aprendió todo lo que hay que saber sobre maquinaria y, de hecho, hizo numerosas obras en La Manga, desde los muros de la Gola de Marchamalo y del Estacio, hasta los primeros pantalanes del Puerto de Tomás Maestre.

Conoce muy bien las salinas de Marchamalo, ya que gran parte de su familia vivía en el caserío de Los Triolas que hay a escasos minutos, unas casas que aún hoy continúan siendo las mismas de entonces y siguen permaneciendo en su familia. Esos campos los cultivaban antaño con guisante y sobre todo cebada (actualmente este espacio pertenece a la Red Natura 2000 y se sigue manteniendo el cultivo de secano). Además, su tío tenía cerdos y un huerto de consumo propio, y en la zona tenían un par de norias movidas por mulas. Sin embargo, como agua potable no había, se tenían que abastecer a base de pozos, y, desde luego, las condiciones de vida no podemos ni imaginárnoslas. La electricidad llegó cuando Francisco Celdrán tomó las riendas de Salinera Catalana en el año 54 donde puso una línea que el padre de Pencho ayudó a construir. Por todo ello, se podría decir que eran afortunados en comparación con otra gente que vivía en el pueblo, pues Pencho resume esos años con la palabra “hambre”, aunque lo peor se vivió en la guerra civil.

Su padre, Matías Solano, se encargaba en concreto de la lavadora de las salinas, que utilizaba agua prácticamente con los mismos “grados” (escala de grados Baumé) que la sal recién extraída, para que no se perdiera parte de la cosecha. De ahí se obtenía el “chambi”, un residuo de sal sobrante mezclada con tierra y piedras que no valía para la venta. Su abuelo, Fulgencio Solano, era el que aplanaba las balsas con mulas antes de comenzar un nuevo ciclo de extracción de sal, y reparaba los canales de las salinas. Nos cuenta que el canal principal entonces estaba hecho solo a base de lodo, ya que no tenía piedra. En cambio, los partidores estaban construidos con la técnica de “piedra seca”, que como mucho se cementaban con el chambi que antes hemos nombrado. Además, en las naves que ha adquirido la Fundación ANSE y que están en proceso de restauración, antes había una carpintería y un pequeño economato.

Estas y otras muchas cosas interesantes nos servirán para conocer mejor el funcionamiento y la historia reciente de las salinas de Marchamalo.

El proyecto RESALAR tiene el objetivo de regenerar espacios del litoral del Mar Menor y su biodiversidad para reducir los impactos de las actividades humanas, fortalecer la resiliencia del litoral frente al cambio climático y mejorar e incrementar los servicios ecosistémicos que proveen a la sociedad. Este proyecto, que coordina la Fundación ANSE, y en el que participan la Asociación de Naturalistas del Sureste, WWF-España y el Instituto Español de Oceanografía, Centro Nacional de la Agencia Estatal Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IEO-CSIC), cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), financiado por la Unión Europea – NextGenerationEU y se encuentra vinculado al Marco de Actuaciones Prioritarias para la recuperación del Mar Menor del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

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