El pasado 20 de julio navegando por la zona de Águilas a bordo del Else tuvimos un encuentro que nos dejó muy mal sabor de boca. La jornada comenzó temprano, como de costumbre, y ya a las ocho de la mañana dejábamos el fondeo en la Bahía de Levante y doblábamos la Punta de la Aguilica dispuestos a proseguir con la búsqueda de cetáceos que son el objetivo principal de estas navegaciones. Dejamos atrás la Isla del Fraile y llegamos al polígono de acuicultura que hay casi a su sombra, visita casi obligada por la querencia que a lo largo de los últimos años demuestran algunos ejemplares de delfines mulares (Tursiops truncatus) a alimentarse en sus proximidades.
Tal es esa tendencia que actualmente la asociación mantiene un hidrófono omnidireccional fijo en estas instalaciones, junto a las de San Pedro del Pinatar y las de Aguadulce en Almería, para recopilar datos del uso como zona de alimentación que hacen los mulares de estas instalaciones (Si queréis ver todo el trabajo que se ha hecho en relación a esta particularidad de los delfines, podéis hacerlo aquí). Tras una búsqueda de unos quince minutos a lo largo del límite de la concesión, finalmente avistamos un ejemplar de delfín mular dentro de la concesión. Tras el revuelo inicial característicos de todos los avistamientos de cetáceos, se tomaron los datos del contacto y nos aprestamos a esperar a que el animal saliera de los límites del polígono para poder tomar fotografías de su aleta dorsal con el fin de incorporarlo al catálogo de fotodentificación y poder identificarlo si ya lo teníamos registrado (No se puede navegar en el interior de las concesiones debido al peligro de cabos sueltos y al haber buzos en el agua trabajando en las instalaciones). Tras un tiempo, y después de varias inmersiones del animal, pudimos observar que seguía un patrón de respiración anómalo.
Normalmente los delfines mulares solo asoman la parte superior de la cabeza donde se encuentra el espiráculo para respirar, junto a parte del dorso y la aleta dorsal, no rompiendo así el perfil de natación, a no ser que estén nadando rápido o jugando, en cuyo caso pueden salir con más impulso y sacan la cabeza entera o llegan a saltar. Este ejemplar primero sacaba la cabeza y el hocico, cabeceaba un poco, y finalmente asomaba el espiráculo y la aleta dorsal, tomando aire. Esto nos hizo sospechar que el animal podía presentar algún problema, pero la aproximación no era posible mientras permaneciera en el interior del polígono. Tras esperar durante una hora, finalmente se decidió a salir de la concesión y navegar mar adentro con rumbo este. Lo seguimos e intentamos la aproximación para poder fotografiar la aleta dorsal como mínimo desde una distancia respetuosa de más o menos 30 a 50 metros, y ver la causa de su comportamiento anómalo, pero se mostraba esquivo y nos dejaba una y otra vez por el lado del sol, dificultando mucho el poder ver algo. Finalmente, en una de las fotografías tomadas se pudo apreciar que el animal nadaba con la boca abierta, y que no podía cerrarla debido a un plástico de considerable tamaño que tenía encajado en las mandíbulas.
Finalmente, tras conseguir nuestras fotos y averiguar la causa de su comportamiento, dejamos de seguirlo. Para nuestra desazón, nada se podía hacer con él. El animal se encontraba todavía fuerte y esquivaba nuestras aproximaciones. En ese estado, tan solo un operativo con varios barcos habría tenido posibilidad de capturarlo y extraer el plástico. Quizás si hubiera estado más débil hubiera permitido la aproximación o hubiera varado todavía vivo y a tiempo para atenderle. En las condiciones en que lo dejamos partir tenía muy pocas posibilidades de sobrevivir, ya que era incapaz de alimentarse, y estaba abocado a una muerte lenta por inanición.
El problema de los plásticos en el mar es de una magnitud tan grande que cuesta trabajo de imaginar. Se realizan estudios sobre aves marinas en los que grandes porcentajes de la población poseen piezas de plástico en el estómago que ingieren al confundirlas con comida, llegando en algunos casos a la obstrucción intestinal y a la muerte. En muchas especies como grandes petreles y albatros del hemisferio sur, los padres alimentan a los pollos en muchos casos con piezas de plástico mezcladas con el pescado y también pueden ocasionar la muerte. Sin ir más lejos, un cachalote varado en marzo de 2012 en Castell de Ferro en Granada tenía casi 18 kilos de plástico en el estómago, lo que le causó la muerte. Numerosos trabajos sobre tortugas marinas hacen relación al mismo problema. Finalmente, está más que demostrado la presencia de grandes concentraciones de plástico en el giro oceánico del Pacífico Norte, formando la llamada Isla de Basura. Lo que tal vez no cueste tanto trabajo de entender es que cualquier plástico que acabamos desechando de manera incorrecta, tirándolo al suelo directamente por ejemplo, tarde o temprano, si no es arrastrado por el viento lo será por el agua, y acabará en el mar, donde tardará siglos en degradarse.
El ejemplar fotografiado resultó ser nuevo para nuestro catálogo de fotoidentificación y es hasta el momento el último delfín incorporado, con el código TT_D0617. Pero hay muy pocas probabilidades de que podamos volverlo a fotografiar.
Estas navegaciones se realizan en el marco del proyecto “Delfín mular y Calderón gris en LICs marinos de Murcia y Andalucía: reevaluando su estatus poblacional en Red Natura 2000”, con el apoyo de la Fundación Biodiversidad dependiente del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, y la colaboración de la organización CIRCE.
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